lunes, 23 de febrero de 2009

Pedro Páramo – Juan Rulfo

Danilo Barrón
Personajes
Principales
Juan Preciado.
Personaje que narra gran parte del libro. Va a Comala a buscar a su padre. Encuentra un pueblo de fantasmas y muere allí víctima del terror. Después, sepultado al lado de Dorotea, continúa narrando y oyendo las voces de los otros difuntos.
Es un personaje sumergido en una atmósfera agobiante que lo aprisiona, lo asfixia y que inevitablemente lo llevará a la muerte, en medio del terror insufrible que lo domina. Es la inocencia convertida en víctima, es el símbolo y representación de un universo que pudo hallar la felicidad, pero al que un oponente maldito, en parte expresado en Pedro Páramo, ha transformado en puro infierno. Juan Preciado parte a un viaje rumbo al cono-cimiento de sus orígenes en Comala, pero ya es demasiado tarde. Cuando llega lo que encuentra es terrible: en contrapunto con él, Comala dichoso y paradisíaco que conserva en su imaginación, se presenta un Comala maligno, un universo carente de futuro habitado por el murmullo y los lamentos de muchas almas en pena.
Sin embargo penetra y escudriña fragmentos del pasado de Comala, a través de una serie de interlocutores que lo aguardan y, junto con lo que escucha y observa, va percibiendo el ámbito infernal donde se encuentra. Como es natural, la presencia de ese mundo no puede ser otra que la del pánico y la desolación. De allí que estos dos elementos marchen a su lado y lo acorralen y lo asfixien hasta matarlo. Pareciera señalado a soportar el peso de unas culpas que no ha cometido, con el objeto de que la ilusión renazca, para que vuelva a surgir alguna esperanza de salvación; es el anhelo del futuro. Su ambición de un nombre y de un lugar idílico, está signada por la esperanza desde el inicio de su aventura. Eludía el cumplimiento de la promesa hecha a Dolores, su madre.
“Hasta ahora pronto cuando comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo.”Esta ilusión es permanentemente recordada por el personaje. Cuando Juan Preciado ha llegado al final de esta especie de viaje en búsqueda de sí mismo, y se encuentra con el miedo, comprende que el paraíso ansiado no existe, y podríamos decir que simbólicamente la pérdida de la ilusión, lo lleva al borde del abismo para lanzarlo a la muerte.
Pedro Páramo. Cacique explotador de campesinos y dueño de voluntades. Es propietario de la mayoría de las tierras de Comala; sus habitantes están sometidos a su capricho, y ha tenido hijos con cuanta mujer le interesó, por pasión o conveniencia. Sólo ama a una mujer, Susana San Juan, pero esta es su gran tragedia: nunca puede conseguirla porque ella pertenece a otro mundo. Pedro Páramo muere a manos de su hijo Abundio.
La violencia, el dolor y el miedo a que está sometido Comala, tienen un culpable: Pedro Páramo. Este individuo ingresa así a un grupo de personajes que ha sido ya muy trabajado en la literatura: el cacique que explota, corrompe e impone su ley. Sin embargo, Rulfo penetra hondo y resuelto en la comple­jidad de su carácter. El niño debilucho y acaso algo tímido, sometido a la autoridad de su madre y de su abuela, se contrapone al adulto que domina y se impone sobre los demás por medio de la violencia descarada.
No obstante, también encontramos en ese adulto una personalidad escondida entre el personaje cruel y duro que exteriorizan sus acciones, y el mundo de la intimidad, de su interior dominado, vencido por un amor inmenso, incluso sin límites, hacia Susana San Juan. Su figura colosal juega un papel determinante en relación con Comala. Es una especie de mago negro, de conciencia contaminada que impide un desarrollo normal, que elimina cualquier posibilidad de lograr una sociedad armónica y próspera. Sin embargo, su hechizo se vuelve contra él: jamás consigue lo que verdadera­mente anhela, y la ilusión de recuperar a la mujer amada es la clave y epicentro de todas sus actuaciones:
“Esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé a tenerlo todo. No solamente algo, sino todo lo que se pudiera conseguir de modo que no nos quedara ningún deseo, sólo el tuyo, el deseo de ti”.La presencia de la ilusión y la dureza, caracteriza la doble personalidad de Pedro Páramo. Tiene una violencia prehistórica y una sensibilidad lírica, ésta última demostrada en las interpolaciones amorosas sobre Susana. Al morir ella, se va el paraíso soñado, el lugar de idilios compartidos que aguardaba.

Secundarios
Lucas Páramo.
Padre del anterior, que sólo ve en su hijo la imagen del fracaso. Muere asesinado durante un matrimonio al que asistía como padrino de bodas.
Eduviges Dyada. Gran amiga de Dolores (madre de Juan Pre­ciado, narrador de gran parte de la obra) con quien ha acordado morir al mismo tiempo, para hacerse compañía en el viaje al “más allá”. Es también quien da albergue a Juan Preciado cuando éste llega a Comala.
Dolores Preciado. Madre de Juan Preciado, quien al momento de morir, pide a su hijo que vaya en busca de su padre Pedro Páramo: “No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio. El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”. Pedro Páramo se casa con ella por conveniencia y no trata de retenerla cuando parte en busca de su hermana.
Miguel Páramo. Otro hijo de Pedro Páramo. Muchacho disoluto y mujeriego. No se detiene ante nada para satisfacer su lascivia. Engaña, viola, asesina y siempre es protegido por su padre y los servidores de éste. Miguel muere al caer, de su caballo, en una noche de aventura amorosa.
Fulgor Sedano. Administrador de la Media Luna, hacienda de Pedro Páramo. Hombre sin principios, fiel cumplidor de la voluntad de su amo. Es ladino y cobarde. Muere a manos de los revolucionarios.
El Padre Rentería. Párroco de Comala quien ha permitido los desastres de Pedro Páramo y siempre vive en el arrepentimiento, en constante lucha espiritual. También él ha sido víctima del cacique. Miguel violó a su sobrina Ana y asesinó a su hermano. En medio de los remordi­mientos se une a los cristeros y no se vuelve a saber de él.
Ana. Sobrina del padre Rentería. Debido a su inocencia, es víctima de la lujuria de Miguel Páramo, quien ya había asesinado a su padre.
Abundio Martínez. Otro hijo de Pedro Páramo. Es el arriero que le indica a Juan Preciado el lugar donde se encuentra Comala. Al final, completamente ebrio, asesina a Pedro Páramo y a Damiana Cisneros.
Damiana Cisneros. Vieja servidora de la Media Luna. Siempre está al lado de la familia Páramo. Con el tiempo añora la noche en que Pedro la buscó en su cuarto y ella perdió la oportunidad de estar con él. Sin embargo, sigue a su lado hasta el último momento. Todo indica que muere a manos de Abundio Martínez, luego de que éste apuñala a Pedro Páramo.
Toribio Aldrete. Pequeño propietario que al reclamar sus de­rechos, es ahorcado por los hombres de Pedro Páramo.
Donis y su Hermana. Personajes incestuosos que dan albergue a Juan Preciado. En su casa éste sufre un acceso de locura que lo lleva a la muerte.
Dorotea. Compañera de tumba de Juan Preciado, a quien éste ha contado toda su historia. Vive de la mendicidad y la ilusión. Muere poco después de Juan Preciado; por eso comparte su tumba.
Susana San Juan. Eterno amor de Pedro Páramo, quien al final la consigue, pero ya es tarde: ella está demente. Sin embargo, los delirios de Susana van dirigidos a encuentros pasionales con su esposo Florencio, aunque éste, posiblemente también es producto de su imaginación.
Bartolomé San Juan. Padre de Susana. Ella está a su lado hasta el regreso a Comala, donde Pedro Páramo dispone la vuelta del viejo al lugar de donde venía, para quedarse con su hija. Todo indica que Bartolomé es víctima del cacique, quien lo desaparece.
Florencio. Esposo de Susana San Juan. Por la lectura de la obra no se puede asegurar que realmente haya existido. Más bien es producto de la imaginación delirante de Susana.
Gerardo Trujillo. Abogado de la familia Páramo. Parte de Comala desilusionado y sin ninguna retribución por sus largos años de servicio.

Temas
El poder

Si bien es cierto que el tema del cacique rural ha sido ya explorado con frecuencia en la literatura latinoamericana, también es cierto que Rulfo hace del tema un manejo singular. Pedro Páramo, símbolo del despotismo y del capricho sin límite, es una máquina de acumulación. En ocasiones pareciera que el provecho a sacar de algunas tierras es insignificante, pero para él no hay ninguna diferencia entre mucho y poco en este sentido. Se lanza sobre lo que sea, así se lleve vidas por delante, tenga que asumir matrimonios con la frialdad del hielo y con mujeres que apenas conoce, por el simple hecho de arrebatar algunos pesos, como en el caso de Dolores Preciado.
Hace ahorcar al oponente más débil, se olvida de los servidores que han dado la vida por él, aplasta a la Iglesia y a su representante, y al final decide que se va a cruzar los brazos para que Comala se muera de hambre. Se siente omnipotente y actúa en consecuencia. La relación con su hijo es de las mismas características: sabe que éste actúa enloquecido por la lujuria y simplemente argumenta que lo hecho por su hijo es como si lo hiciera él personalmente. El muchacho es sólo la versión más joven del Pedro Páramo presente. Los diálogos del personaje con su administrador son muy ilustrativos de la seguridad de su poder: “… -y la Lola, quiero decir, doña Dolores, ha quedado como dueña de todo. Usted sabe: el rancho de En medio y es ella a la que le tenemos que pagar.
- Mañana vas a pedir la mano de Lola.
- Pero cómo quiere usted que me quiera, si ya estoy viejo.
- La pedirás para mí. Después de todo tiene alguna gracia. Le dirás que estoy muy enamorado de ella. Y que si lo tiene a bien. De pasada dile al padre Rentería que nos arregle el trato. ¿Con cuánto dinero cuentas?
-Con ninguno, don Pedro.
-Pues prométeselo. Dile que en teniendo se le pagará. Casi estoy seguro de que no pondrá dificultades. Haz eso mañana mismo.
-¿Y lo de Aldrete?
-¿Qué se trae el Aldrete? Tú me mencionaste a los Preciados ya los Fregosos y a los Guzmanez. ¿Con qué sale ahora el Aldrete?
-Cuestión de límites. Él ya mandó cercar y ahora pide que echemos el lienzo que falta para hacer la división.
-Eso déjalo para después. No te preocupen los lienzos. No habrá lienzos. La tierra no tiene divisiones. Piénsalo, Fulgor, aunque no se lo desatender. Arregla por de pronto lo de Lola. ¿No quieres sentarte?”.
Otra muestra de su autoafirmación como poder máximo del pueblo, es la reacción de Pedro ante la muerte de su padre

El amor
Si observáramos a Pedro Páramo sólo desde la óptica del enamorado, seguramente trataríamos con un héroe de novela sentimental. Es en los momentos de amor, de pensamientos llenos de sentimiento y nostalgia, cuando Pedro nos parece humano. “Pensaba en ti, Susana. En las lomas verdes. Cuando volábamos papalotes en la poca del aire”. “Miraba caer las gotas iluminadas por los relámpagos, y cada vez que respiraba, suspiraba, y cada vez que pensaba en ti, Susana”. “Esperé treinta años a que regresaras, Susana”.El caso contrario es su hijo Miguel. Este actúa en el campo del amor regido por el instinto. Es joven y fogozo, es irresponsable y está respaldado por el poder que significa su padre. Mientras Pedro ha fijado su atención amorosa desde la infancia en Susana San Juan, Miguel la hace rebotar de un cuerpo femenino al otro. Todo indica que cualquiera de las mujeres de Comala ha pasado por sus manos, lo mismo que por las de su padre, sólo que mientras éste siempre tenía en mente una mujer, Miguel jamás ha detenido su sentimiento en ninguna. Las usa y se aleja, las ultraja y las rechaza. Viola y asesina y para él no existe ninguna diferencia.
Otro aspecto del amor lo encontramos en Donis y su hermana. Juan Preciado los halla desnudos. Ella, sin embargo, se siente en peca-do. No volvió a salir a las calles y permanece recluida como una delincuente perseguida.

Atemporalidad, soledad e incertidumbreRulfo, en Pedro Páramo, no reflexiona sobre el tiempo, ni deja que su huella señale a sus personajes; tampoco acude a la retrospección del ser existente. Rulfo amarra de forma diluida y fantasmal, en un susurro, el “ahora” y el “entonces” para darnos todo un mundo en el que, incorpóreos; sus personajes asumen simultaneidad poética. El juego insensible de una época a otra, el movimiento de los personajes en la tierra de sombras sustrae el espacio a la función del tiempo.
Rulfo sumerge a sus personajes en lo intemporal y en lo incierto, y esas emociones van apoderándose del lector en síntomas de angustia. “Busco los muertos porque no tienen ni tiempo ni espacio”. En Pedro Páramo la voz inexistente y evocadora de Dolores Preciado dirá: “Sentirás que allí uno quisiera vivir para la eternidad. El amanecer, la mañana; el mediodía y la noche, siempre los mismos; pero con la diferencia del aire. Allí donde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un puro murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida”.Ofrece un relato desvertebrado -ruptura total con lo tradicional- donde el tiempo se soslaya para dar paso a lo incierto y desolado.

Localización geográfica
Rulfo ha sido muy preciso en lo que se refiere al origen y significado de Comala:
“La derivación de Camal-camal es un recipiente de barro, que se pone sobre las brasas, donde se calientan las tortillas-, y el calor que hay en ese pueblo es lo que me dio la idea del nombre Comala: lugar sobre las brasas”.Según Rulfo, la novela ya estaba planeada cuando realiza un viaje a San Gabriel y encuentra la clave que le faltaba para llegar a la escritura de Pedro Páramo:
“Fue cuando regresé al pueblo donde vivía, treinta años después, y lo encontré deshabitado. Es un pueblo que he conocido yo, de unos siete mil, ocho mil habitantes. Tenía 150 habitantes cuando llegué... Entonces com­prendí yo esa soledad de Comala, del lugar ese. El nombre no existe, no. El pueblo de Comala es un pueblo progresista, fértil”.
Tiempo Histórico
Dos momentos de la historia mexicana son importantes para leer a Rulfo: los últimos años de la Revolución Mexicana, incluida la "Guerra de los Cristeros", y lo que se da en llamar el período de “exaltación nacionalista y afianzamiento constructivo de la Revolución Mexicana” (a partir del gobierno obregonista de 1920), y los períodos presidenciales de Miguel Alemán (1946-1952) y Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958).
El primero porque Rulfo, nacido en 1918, tenía entre ocho y diez años cuando el período cristero, y ese rebrote de la violencia debió influir en su visión del mundo.El segundo momento señalado de la historia mexicana es importante, ya que en él Rulfo escribió Pedro Páramo y la mayor parte de sus cuentos.

Tiempo InternoEn la novela el tiempo no existe, no transcurre. Por eso Rulfo construye su libro en fragmentos yuxtapuestos, sin orden temporal ni espacial. En el tiempo se transita del presente al pasado, y en el espacio de un escenario a otro sin necesidad de transcripciones retóricas formales. Los fragmentos se entrelazan sin orden aparente alguno. Hay que entender que es el mundo del sueño, de los muertos, y en ese imperio, todos los relojes están dañados.

Estructura de la novelaRulfo crea Pedro Páramo a través de una estructura compleja, pero no por un afán superficial de crear una dificultad gratuita en consonancia con unas nuevas técnicas, sino porque el propio tema exigía la aparente confusión que presenta su novela.
A través de la técnica utilizada, el lector puede penetrar en una realidad de la que no obtiene una visión clara porque tampoco ella lo es; la estructura contribuye a eliminar las diferencias que presenta nuestra mente entre realidad e irrealidad.
La novela, que no está dividida en capítulos, sino en lo que podría denominarse “fragmentos”, 70 en total, tiene dos características desde el comienzo:
La narración desordenada de diversas historias, que sólo en el trans­curso de la lectura se aclararán.
Los saltos cronológicos: tiempo pasado, presente, sueños en un futuro, eternidad de la muerte, etc.
Estos dos hechos son básicos para la comprensión de Pedro Páramo.

Tipo de narrador y punto de vistaLo primero que se aprecia es que la novela consta de dos partes. En la primera parte, el lector se va sumergiendo en un mundo angustioso que le produce cada vez mayor tensión y, al mismo tiempo, se siente identificado con un narrador en primera persona. La segunda parte comienza cuando ese narrador sitúa al lector en el tiempo desde el que narra (fragmento 37), momento en el que él prácticamente desaparece para dejar paso a un narrador en tercera persona, que no tendrá una presencia muy activa.
La narración de Juan Preciado se corresponde con lo que en cierto. Sentido puede denominarse presente narrativo. Juan Preciado sigue un orden cronológico en la narración, pero no ocurre lo mismo con las diversas escenas que en la primera parte se introducen, referidas al tiempo de Pedro Páramo, ni tampoco en los recuerdos de los personajes con que se encuentra Juan Preciado. Éstos van intercalando diferentes historias relacionadas con Pedro Páramo, aun-que aisladas y sin orden cronológico; unas y otras se irán completando. Un caso típico, por ejemplo, sucede cuando se narra el asesinato de Aldrete: después de narrar el hecho, a continuación se relata el episodio que cronológicamente es anterior a su muerte.
Por eso es normal el caos que en algunos momentos de la lectura se tiene. Cuando comienza la segunda parte, todas esas historias que hemos entrevisto, comienzan a aclararse. Primero nos enteramos de que la narración de Juan Preciado, que creíamos destinada a los lectores, forma parte de un diálogo que mantiene con Dorotea, sin que ella haya intervenido hasta ese momento. A partir de ahora, en esta segunda parte, las intervenciones de ambos serán muy escasas (sólo en ocho fragmentos de los 33 de que consta) y sólo para mantener hasta el final de la novela, ese presente narrativo que unía al lector con la figura de Juan Preciado.
Tanto éste como Dorotea se limitan casi exclusivamente a escuchar a los muertos. Sus comentarios son sólo ocasionales, por ejemplo: “Lo que pasa con estos muertos viejos es que en cuanto les llega la humedad comienzan a removerse. Y despiertan” (fragmento 43).
El resto de la narración se presenta desde el punto de vista de un narrador en tercera persona, que enmarca los diálogos de los propios personajes. Estos ocupan casi toda la segunda parte y también gran espacio de la primera en la que, frente a 21 fragmentos en que el narrador es Juan Preciado, hay 15 narrados de esta otra forma. En la segunda parte, sin embargo, aunque se mantiene la intercalación de historias, el orden cronológico de las mismas se respeta, por lo que su lectura no plantea problemas.
La complejidad de planos narrativos, la interrelación de historias, el desorden crono-lógico, el fragmentarismo, no responden a un abuso técnico, sino que es la esencia de la novela, la única forma de presentar ese mundo aniquilado que es Comala.

Tipos de descripción
Descripción de lugares. Por lo general la descripción de lugares en Pedro Páramo es realista, pero frecuentemente encontramos hermosos fragmentos líricos:
“Hay allí, pasando el puerto de los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche”.
“En la reverberación del sol, la llanura parecía una llanura trans­parente, deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y todavía más allá, la más remota lejanía”.
“(…) Llanuras verdes. Ver subir y bajar el horizonte con el viento que mueve las espigas, el rizar de la tarde con una lluvia de triples rizos. El color de la tierra, el olor de la alfalfa y del pan. Un pueblo que huele a miel derramada...”
Descripción de personas. Aunque menos frecuente que las anteriores, Rulfo acude a este tipo de descripción, haciéndolo con carácter-ticas sombríos, algo siniestro, por no decir macabras, pero que en medio de la poesía no hacen más que transportamos a una especie de escalofrío placente­ro:
“Su cara se transparentaba como si no tuviera sangre, y sus manos estaban marchitas; marchitas y apretadas de arrugas. No se le veían los ojos. Llevaba un vestido blanco muy antiguo, recargado de holanes, y del cuello, enhilada en un cordón, le colgaba una María Santísima del Refugio con un letrero que decía: “Refugio de pecadores”.
“Y mi madre sola en medio de los cirios; su cara pálida y sus dientes asomándose apenitas entre sus labios morados, enderecidos por la amora­tada muerte sus pes-tañas ya quietas; quieto ya su corazón...”
Descripción de situaciones. Hay en la novela dos tipos de descripción de situaciones. Una, la usual en Rulfo, cargada de dramatismo. Otra, sensual, erótica, como una oración a la piel y al cuerpo que se enciende en movimientos pasionales, que generalmente está vinculada con el recuerdo, la ensoñación o el delirio:
“Más allá, Pedro Páramo, sentado en su equipal, miró el cortejo que se iba hacia el pueblo. Sintió que su mano izquierda, al querer levantarse, caía muerta sobre sus rodillas; pero no hizo caso de eso. Estaba acostum­brado a ver morir cada día alguno de sus pedazos. Vio cómo se sacudía el paraíso dejando caer sus hojas: «Todos escogen el mismo camino. Todos se van». Después volvió al lugar donde había deja-do sus pensamientos”.
“(…) Yo que yo quiero de él es su cuerpo. Desnudo y caliente de amor; hirviendo de deseo; estrujando el temblor de mis senos y de mis brazos. Mi cuerpo transparente suspendido del suyo. Mi cuerpo liviano sostenido y suelto a sus fuerzas ¿Qué haré ahora con mis labios sin su boca para llenarlos? ¿Qué haré de mis adoloridos labios?”

Personificaciones.“(…) el sol sacaba luz a las piedras, irisaba todo de colores, se bebía el agua de la tierra, jugaba con el aire dándole brillo a las hojas con que jugaba el aire”.
“Mis ojos siguieron asomándose al agujero de las puertas”.
“Entonces el cielo se adueñó de la noche”.

Figuras literarias

Epifonemas.
“La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas”.
“Cada suspiro es como un soplo de vida del que uno se deshace”.
Metáfora.
“Aquello (el pueblo) está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno”.
“Me atreví a hacerlo porque vi en sus ojos una gota de confianza”.
“De ti me acordaba. Cuando tú estabas allí mirándome con tus ojos de agua-marina”.
Onomatopeya.
“Una bandada de cuervos pasó cruzando el cielo, haciendo cuar, cuar, cuar”.
“El agua que goteaba de las tejas hacía un agujero en la arena del patio sonaba: plas, plas y luego otra vez plas...”


Símil.
“Tus labios estaban mojados como si los hubiera besado el rocío”.
“El reloj de la iglesia dio las horas, una tras otra, una tras otra, como si se hubiera encogido el tiempo”.

El argumento
La narración de la novela comienza cuando Juan Preciado promete a su madre, en el lecho de muerte de ésta, que irá a Comala, su tierra natal, con la que ella no ha dejado de soñar. Jura, además, reclamar a su padre, Pedro Páramo, lo que les correspondía y que nunca recibieron: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera”. La historia, sin embargo, comienza mucho más atrás, durante la infancia de Pedro. Juan va a Comala después de mucho tiempo, cuando ya había olvidado la promesa de su madre, y allí, en lugar de los recuerdos de esta, se encuentra con un sitio solitario y fantasmagórico, que parece inhabitado. Es orientado por un hombre, Abundio, quien es también hijo de Páramo. Aunque las opiniones de los críticos están divididas, podemos decir, con la mayo-ría, y con el autor, que Juan Preciado muere de miedo al poco tiempo de llegar a Comala, pues se va dando cuenta, poco a poco, de que todos los personajes con los que tiene contacto en este lugar están muertos, y el terror de este conocimiento es el que le produce la muerte. Es enterrado en una tumba común con una mujer llamada Damiana, quien en vida buscó desesperadamente un hijo que nunca tuvo, hasta enloquecer por esta obsesión. En la tumba los dos personajes conversan sobre el pasado y sobre sus ideas sobre la muerte y el tiempo, y escuchan las conversaciones de otra muerta: Susana de San Juan. Hasta el momento en que Juan Preciado admite que está muerto, se distingue un nivel de narración, en el cual hay, eventualmente, interpolaciones bastante fragmentarias, sobre todo de la vida de Pedro Páramo a partir de su infancia. Esta primera parte termina con el reconocimiento del destino de la muerte, en una afirmación de Damiana: “Ya déjate de miedos. Nadie te puede dar ya miedo. Haz por pensar en cosas agradables porque vamos a estar mucho tiempo encerrados”.En una segunda parte de la novela alcanza mucha más densidad y la pluralidad de los puntos de vista aumenta. A pesar de que Damiana y Juan Preciado siguen interviniendo, como escuchas de la narración de Susana, y con eventuales reflexiones, las interpolaciones sobre la vida de Susana San Juan y Pedro Páramo se toman el protagonismo. La historia también se va completando, aunque siguiendo el diseño que se adivina en la novela inicialmente, no hay episodios terminados, y el lector debe llenar los vacíos en los casos en los que resulta posible, que son los menos. Comprendemos, sin embargo, que Pedro Páramo, cuyo amor por Susana ya conocíamos, pues databa de su infancia, pone todo el sentido de su vida en esta mujer. Casándose con Dolores, la madre de Juan, y expropiando de sus tierras a los campesinos, ha pasado de ser un adolescente poco promisorio a un hombre temido. Su meta en la vida es, sin embargo, muy clara: conquistar a Susana. Su otro único afecto es su hijo Miguel, el único a que reconoce de todos los que tuvo, y quien luego de una licenciosa vida muere, al caer de su caballo. Para conquistar a Susana, Páramo soborna a su padre y luego, con el fin de quedarse solo con ella, hace matar a éste. La mujer, sin embargo, es inalcanzable, se escapa del poder económico que su enamorado ha forjado con la esperanza de ganar su amor. Ella vive encerrada en el mundo de sus recuerdos, más allá de Comala, más allá de los temores y de las obligaciones que le impone la religión, como se ve en el episodio en que el padre Rentería intenta obtener inútilmente la confesión de los pecados de la mujer agónica, mientras esta flota, en sus recuerdos. “(le dice el sacerdote) Tengo la boca llena de tierra. Luego se detuvo. Trató de ver si los labios de ella se movían. Y los vio balbucir, aunque sin dejar salir ningún sonido. Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimidos mis labios”. No hay un recuerdo para su enamorado, ni una palabra. En cambio Pedro Páramo, derrumbado por la muerte de Susana, y quizá por la frustración que le produce el no haber podido penetrar en su mundo, se va dejando morir poco a poco, determinado a dejar morir de hambre al pueblo que no compartió su luto: “Sintió que su mano izquierda, al querer levantarse, caía muerta sobre sus rodillas; pero no hizo caso de eso. Estaba acostumbrado a ver morir cada día alguno de sus pedazos”. Sus pensamientos entonces se vuelven hacia Susana. Muere asesinado a manos de uno de sus hijos, Abundio, el arriero que condujo a Juan Preciado a Comala.

FragmentoVine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dar gusto conocerte.” Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
- No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio... El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
-Así lo haré, madre.
Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.”
Juan Rulfo (1917-1986)
Nació el 16 de mayo de 1917 en Sayula, en el estado de Jalisco.

Transcurrió su infancia entre su pueblo natal y San Gabriel (la actual Ciudad de Venustiano Carranza), donde realizó sus primeros estudios y pudo contemplar algunos episodios de la sublevación cristera, violento levantamiento opositor a las leyes promulgadas por el presidente Calles para prohibir las manifestaciones públicas del culto y subordinar la Iglesia al Estado.
A los dieciséis de edad, intentó ingresar en la Universidad de Guadalajara, pero una huelga estudiantil que duró año y medio, se lo impidió. En Guadalajara publicó sus primeros textos y poco después se trasladó a la Ciudad de México que se convirtió en su residencia regular.
La obra de Juan Rulfo es escasa pero de gran calidad narrativa y ha sido también traducida a numerosos idiomas. Sus dos libros le han valido reconocimiento mundial concretado en premios como el Nacional de Letras (1970) y el Príncipe de Asturias de España (1983).
En 1953 apareció El llano en llamas, que incluye diecisiete cuentos narrativos que giran todos entornos a la vida de los campesinos mexicanos. En 1955, aparece Pedro Páramo, la única novela que escribió Juan Rulfo, en la cual aparece Comala como el escenario se desatan las pasiones humanas.
A partir de entonces y aunque él mismo se encargó de anunciar la “inminente” publicación de nuevos libros, eso nunca ocurrió.
Murió el 7 de enero de 1986.

Literatura Hebrea Bíblica



Danilo Barrón

Cuando hablamos de La Biblia nos referimos a un conjunto de libros -o rollos- y epístolas escritos por diferentes autores a través de muchos siglos que abarcaron desde el s. XV a. de C. hasta el s. I d. de C. Es por eso que cuando nos referimos a la Biblia, desde el punto de vista literario, podemos hablar de literatura bíblica.
La literatura hebrea antigua se divide en dos: la literatura canónica o bíblica y la literatura no canónica o apócrifa.
De éstas la más conocida es la literatura bíblica, puesto que la segunda es prácticamente ignorada debido a la censura religiosa que durante siglos ha pesado sobre ella.
El término de Biblia utilizado para nominar este conjunto de escrituras es solo uno de los utilizados y se oficializó en el mundo católico recién en el siglo IV d. de C. cuando Jerónimo tradujo la Vulgata (393 d. de C.) y singularizó el plural Biblía como Biblia tomándolo como Biblioteca Divina.
La palabra Biblia procede del griego Biblíos que era el plural diminutivo de Biblos, meollo del tallo de la planta del papiro de donde procedía el material para la escritura.

Los cánones
La palabra canon proviene del griego Kanón que significa regla o catálogo. El canon es el criterio selectivo que usaron los copistas o traductores de la Biblia con el fin de que haya secuencialidad y unidad. Para esto hicieron uso de criterios ideológicos y técnicos.

Los primeros compiladores
Según la tradición judía fueron Esdras, Nehemías y la Gran sinagoga (S. V al IV a. de C.) quienes compilaron 22 rollos -o grupos de rollos- haciéndolos coincidir con las 22 letras del alfabeto hebreo. De esta manera se elaboró el primer canon conocido como palestinense o hebreo.

Canon hebreo. (Antiguo Testamento).
Veinticuatro libros (en Orden cronológico).
(criterio conservado hasta ahora entre los judíos).
Conformado por:
Ø Torah o la ley - Pentateuco (cinco libros).
Ø Nebiim -Profetas- Primeros y últimos profetas (ocho libros).
Ø Kutubiim - otros escritos (once libros).
Ø El canon palestinense terminó con 24 libros.

Canon griego. Llamado también alejandrino, se elaboró el año 280 a. de C. cuando sesenta eruditos griegos y judíos, que hablaban el griego y el hebreo, hicieron una nueva compilación de los libros bíblicos, reorde-nándolos y traduciéndolos al griego. Se con-sideró el criterio temático para su orga-nización y muchos nombres se helenizaron.

Conformado por:
Ø Ley (cinco libros).
Ø Libros históricos (quince libros).
Ø Libros proféticos (diecisiete libros).
Ø Libros didácticos o poéticos (nueve libros).
Ø En total son 46 libros, los mismos que pasaron a formar el Antiguo Testamento.

Canon latino o católico. Se estableció el año 1546 d. de C. en el Concilio de Trento, el mismo que aprobó las propuestas del Concilio de Cartago (397 d. de C.). La Biblia Católica contiene además de los 46 libros del Antiguo Testamento (Viejo Pacto) los 27 del Nuevo Testamento (Nuevo Pacto). Sumando un total de 73 libros. Los 46 primeros libros están ordenados conforme al canon alejandrino.
Ø Nuevo Testamento:
q Libros históricos (cinco libros).
q Libros doctrinales (veintiún libros)
q Libro profético. El Apocalipsis, escrito por el apóstol Juan cuando se encon-traba preso en la isla de Patmos.

Canon protestante. Contienen solamente los libros protocanónicos (compilación más antigua de la Biblia) del antiguo testamento (39 en total). En cuanto al Nuevo Testamento, algunos admiten todos los libros del canon católico mientras que otros excluyen la Epístola a los Hebreos, la de Santiago, la de Judas y el Apocalipsis.
A través de la historia se han elaborado muchísimos cánones quedando fundamental-mente los ya mencionados, sin embrago (para un mayor esclarecimiento) es necesario, hacer una distinción entre los libros protocanónicos, deuterocanónicos, apócrifos y perdidos.
Libros Protocanónicos. Suman un total de 39 y son aquellos que fueron incluidos en el canon palestinense. Están presentes en todas las versiones y traducciones de la Biblia.
Libros Deuterocanónicos. Son aquellos que fueron incluidos en fechas posteriores al canon palestinense y suman un total de siete libros. Las sectas protestantes llaman indebidamente a estos libros “apócrifos”.
Libros Apócrifos. Son aquellos que gozaron en algún tiempo de cierta autoridad y estimación, pero no figuran en ningún canon. La denominación apócrifo proviene del griego apókryphos, que significa oculto, escondido y nos sugiere una idea de misterio, como realmente sucede, pues durante siglos y siglos fueron, y son censurados por la intransigencia religiosa que no permitió su difusión -salvo para grupos especializados y con restricciones. Razón por lo que son en gran parte descono-cidos.
El estudio de estos libros es muy importante, no sólo para el estudio de las artes y la literatura; sino también para la historia del pensamiento universal, por lo que se hace necesario su divulgación merced a los despechos de la intransigencia religiosa.
Libros perdidos. Son aquellos que en su tiempo gozaron de gran prestigio; pero con el paso de los siglos se han perdido en su totalidad, hasta el punto que solo se tienen conocimiento de ellos por citas o referencias contenidas en los libros bíblicos. Podemos mencionar los siguientes:
Ø Libro de Samuel el Vidente.
Ø Libro del Profeta Natán.
Ø Libro del Profeta Semeyas.
Ø Crónica de los reyes de Israel.
Ø Libro de Jaser.
Ø Libro de Gat el Vidente.
Ø Libro de Ido el Vidente.
Ø Crónicas de los reyes de Judá.
Ø Libro de las Guerras de Yahvé.
Ø
La tradición bíblica del cristianismo, se apoya en la traducción de San Jerónimo, al latín, la llamada Vulgata, a la que se confirió valor canónimo. Recordemos la versión al griego denominada de los Setenta. Ambas traducciones se publicaron por Cisneros en la famosa Biblia Políglota de Alcalá. El grabado nos muestra a San Jerónimo, según cuadro de Georges Sauvage.
Lamentación sobre Josías.